LA ILUMINACIÓN LED PUEDE DAÑAR LA RETINA

LA ILUMINACIÓN LED PUEDE DAÑAR LA RETINA

Estudios científicos recientes indican que la exposición continuada a la luz LED ¡puede dañar las células de la retina! especialmente en el caso de los niños. Un auténtico problema porque se trata del tipo de iluminación mayoritariamente presente en las pantallas de televisión, ordenadores, móviles, smartphones, tabletas, lámparas, faros de coche, luces de freno, semáforos, luces navideñas… De hecho científicos de la Universidad Complutense de Madrid acaban de desarrollar una lámina que puede aplicarse a algunos de esos dispositivos y protege de la radiación LED. Y tal es asimismo la razón de que algunas empresas especializadas en bioconstrucción desaconsejen desde hace tiempo su uso para iluminar casas y oficinas proponiendo optar por una iluminación biológica de espectro total, es decir, similar a la del sol. Carlos Martínez Requejo, responsable de una de ellas –Domobiotik– nos lo explica.

La palabra LED es un acrónimo de la expresión inglesa Light-Emitting Diode (diodo emisor de luz), siendo un diodo un componente electrónico de dos terminales que permite la circulación de la corriente eléctrica a través de él en un solo sentido. Y aunque los primeros LED fabricados emitían luz roja de baja intensidad los actuales emiten luz de alto brillo en el espectro infrarrojo, visible y ultravioleta siendo básicamente los que emiten luz infrarroja los que se usan en los mandos de control remoto de muchos productos comerciales, incluyendo los televisores e infinidad de otras aplicaciones. Y se han impuesto en el mercado alegándose que su consumo de energía es menor, su tiempo de vida mayor, se encienden muy rápidamente, su tamaño es reducido, resisten mejor a las vibraciones, emiten menos calor, no contienen mercurio como los tubos fluorescentes y las lámparas de bajo consumo, no crean campos magnéticos altos como la tecnología de inducción magnética, hacen menos ruido en las líneas eléctricas y son más fiables y seguros a excepción de los de color azul.

¿Y eso así? Enseguida lo veremos pero nosotros vamos a empezar siendo muy claros: la luz que producen algunas lámparas LED puede destruir las células de la retina y hay un riesgo real y significativo de que su uso continuado perjudique la visión; de hecho basta mirar fijamente un LED apenas unos segundos para comprobar que se trata de una luz demasiado agresiva. Y de ahí que no quede otra opción que protegerse los ojos si uno va a someterse a ella de manera directa o durante mucho tiempo.

Quienes entre otras cosas nos dedicamos a instalar la iluminación más adecuada en casas, oficinas o locales lo sabemos bien desde hace años porque hemos recibido numerosísimas quejas y consultas, especialmente por parte de personas electrosensibles ya que buena parte asegura padecer molestias visuales con apenas unos minutos de exposición directa. Lo singular es que casi nadie alerta de ello y las autoridades callan. A pesar de que ya en 2010 la propia Agencia Nacional de Seguridad Sanitaria de los Alimentos, el Medio Ambiente y el Trabajo (ANSES) de un país como Francia reconocía que la luz que emiten los LED supone un riesgo para la retina. Tanto si la LED es blanca como azul.

Sin duda porque para obtener la luz blanca se acoplan un LED azul y un fósforo amarillo y se sabe que la retina es muy sensible a la luz azul-violeta y ésta puede inducir en los diferentes pigmentos de sus células una reacción que provoque lesiones por estrés oxidativo. Riesgo fotoquímico que según la agencia francesa se debe generalmente “a exposiciones poco intensas pero repetidas durante largos períodos” sin usar filtro o protector alguno. Añadiendo que “los niños son particularmente sensibles a este riesgo ya que su cristalino está en desarrollo y no se puede asegurar que filtre eficazmente la luz”. Daño a la retina que según la agencia de salud francesa no solo provoca nocivos efectos ópticos sino que aumenta el riesgo de padecer con el tiempo Degeneración Macular Asociada a la Edad.

Nuevos estudios científicos confirmarían posteriormente el peligro de la luz LED. Entre ellos una investigación que la profesora Celia Sánchez-Ramos dirigió en la Escuela Universitaria de Óptica de la Universidad Complutense de Madrid con más de 100 investigadores, 1.500 colaboradores y 25 entidades públicas y privadas implicadas que durante el último año han realizado diferentes experimentos y fue financiada por la Fundación MAPFRE. ¿Su conclusión? Que daña las células del epitelio pigmentario de la retina… al menos in vitro. “Nuestros experimentos han demostrado que la exposición a la luz LED aumenta el porcentaje de muerte celular inducida por todas las fuentes LED. Especialmente en las células expuestas a luz azul y blanca en las que se produjo un aumento de muerte celular respecto al control del 92% y 94% respectivamente”. Por eso José Antonio Vega Álvarez, catedrático de la Universidad de Oviedo, asegura que una larga exposición a la luz LED sin la adecuada protección lleva a la muerte a una gran cantidad de células de la retina que no se regeneran pudiendo ello provocar una pérdida severa de visión.

En pocas palabras: la exposición directa a luz LED azul y blanca induce la apoptosis -o suicidio celular-en el epitelio pigmentario de la retina, fina capa de células hexagonales esenciales para el proceso visual cuya alteración puede terminar conduciendo a la degeneración retiniana, la disminución de la función visual e, incluso, la ceguera. De ahí que se desaconseje mirar directamente cualquier foco de luz pero especialmente la de un LED: “Los ojos no están hechos para ver o mirar la luz -explica Celia Sánchez Ramos-, están hechos para mirar con luz”.

Queda por valorar ahora si, como algunos postulan, la luz LED puede afectar incluso a la glándula pineal y al sistema neurológico. Y es que los LED emiten radiaciones electromagnéticas funcionando sus diodos con una corriente continua de entre 1,5 y 3,8 V de voltaje a intensidades de 10-40 miliamperios. De hecho su alimentación eléctrica exige transformadores-rectificadores -igual que una lámpara halógena- que deben estar muy cerca de la lámpara con la consiguiente pérdida energética, emisión de calor y contaminación electromagnética para el usuario.

Bien, pues el riesgo para la salud de los LED es hoy altamente preocupante por el hecho de que está cada vez más presente tanto en parques, calles, oficinas, casas y locales como en las pantallas de numerosos dispositivos de uso habitual y cotidiano: televisores, ordenadores, smartphones, tabletas, pizarras digitales, agendas electrónicas…; están hasta en los semáforos o los faros y frenos de los automóviles.

EL PROBLEMA DE APROBAR ALGO SIN INVESTIGARLO SUFICIENTEMENTE

Obviamente es inexplicable que las tecnologías de iluminación basadas en LED se hayan comercializado masivamente sin haberse exigido antes un completo estudio de impacto ambiental; especialmente porque los pocos estudios efectuados son preocupantes. De hecho la agencia francesa antes citada evaluó los diodos luminosos disponibles en el mercado encontrando tres tipos que presentan riesgo de nivel 2 (riesgo moderado); solo que se teme que con el aumento de potencia y brillo de los nuevos LED blancos y azules ese riesgo se incremente.

El primer riesgo de los LED es de tipo óptico: enfocar la vista hacia el haz luminoso de forma continua y demasiado tiempo puede deslumbrar y resultar molesto dada su gran luminosidad pero es que además puede dañar la retina. Lo mismo que si no se mira fijamente pero se está bajo su luz durante largo tiempo.

Un problema que tienen asimismo las lámparas halógenas en las que el brillo se concentra en apenas un foco de 50 mm de diámetro solo que en las LED es aún más agresivo resultando perturbador para la retina al ser sus focos aún más pequeños: entre 1 y 2 mm2. Por otra parte las nuevas luminarias LED pueden alcanzar una intensidad de luz hasta 1.000 veces superior a la de la iluminación clásica con claro riesgo de deslumbramiento. De ahí que la propia Comisión Internacional de Protección contra la Radiación No Ionizante (ICNIRP) haya recomendado no mirar directamente hacia una pantalla iluminada con LED durante más de 100 segundos; como en el caso de un negatoscopio con LED, dispositivo que permite ver las radiografías al tener luz detrás de un vidrio esmerilado.

Cualquier experto sabe que la iluminación artificial mediantes puntos de luz (focos) durante largos periodos de tiempo incide negativamente en la salud, pues provoca estrés, fatiga ocular y hasta daño retiniano; de ahí que lo más adecuado sea iluminar áreas grandes con luz blanca uniforme de espectro total -la que imita la luz diurna de un cielo velado- que además incida de forma indirecta.

Nada que ver con la luz LED que es artificial y monocromática y, por tanto, antinatural. Es decir, cada diodo emite toda su energía en una banda discreta muy estrecha -pico monocromático- pero no en el resto del espectro. Y está por ver cómo afecta a largo plazo la ausencia de las demás frecuencias de color y la excesiva potencia luminosa de un foco que solo emite en frecuencias muy concretas y determinadas.

Debe entenderse que la luz LED es muy diferente a la luz solar ya que ésta emite el espectro completo (fullspectrum 5.400º K) de forma continua. Y un LED emite solo luz blanca aunque en ocasiones se mezcle con colores puros complementarios (amarillo + azul) siendo el resultado esa luz blanquecina llamada “luz de luna”. Luz que engaña al ojo y parece blanca como la del sol pero que cansa la vista y puede dañar con su uso continuo el sistema nervioso. De hecho tiene muy mala reproducción cromática como puede corroborar cualquier fotógrafo o experto en textil.

En cuanto a la investigación de la Universidad Complutense antes citada añadiremos que las células de epitelio fueron expuestas a luz LED sólo durante tres ciclos de 24 horas -o sea, durante tres días- y aun así resultaron dañadas. Por lo que ese experimento no permite inferir el daño que puede producir una exposición a dosis bajas de iluminación LED de modo habitual durante años; especialmente ahora que la misma ha invadido infinidad de dispositivos. Así que no cabe descartar en modo alguno que ello pueda tener con el tiempo efectos devastadores en el ojo y hasta provocar otros daños en el sistema neurológico.

¿Y SON ECOLÓGICOS LOS LED?

Debemos añadir que es cierto que las lámparas LED ahorran energía y tienen un tiempo de vida más largo que las clásicas bombillas incandescentes pero no son ecológicas como se nos quiere hacer creer. No es pues de recibo que se propongan como “alternativa ecológica a la iluminación incandescente”, a las clásicas bombillas de toda la vida que dejarán de fabricarse entre 2009 y 2016 por mor de la directiva europea EuP (2005/32/CE); porque para valorar su impacto medioambiental hay que considerar todos los aspectos ecológicos del ciclo de vida del producto y ello implica tener en cuenta muchos aspectos: económicos, energéticos, electromagnéticos y de salud.

Además son muy caras; algunas carísimas; y solo porque se han puesto de moda. Lo que para empezar hace muy dudosa su amortización por mucha energía que ahorren. Además se está exagerando lamentablemente tanto su vida útil real como su rendimiento energético. Al principio se nos aseguró que cada lámpara duraría más de 100.000 horas; hoy -depende del tipo- se habla de una vida útil de entre 10.000 y 30.000 horas; como máximo de 50.000 horas en el caso de las LED de baja potencia. Habrá pues que ver si es verdad o una exageración como la anterior. Y sépase, para comparar, que una lámpara fluorescente de última generación -tipo CCFL- de cátodo frío- ya garantiza esas 50.000 horas.

En cuanto a su bajo consumo -que es lo que da lugar a su “gran ahorro energético”- es verdad que un diodo LED consume 5 veces menos que una lámpara incandescente convencional pero no que un tubo fluorescente de última generación pues éste tiene un rendimiento lumínico mayor de 100 lumen por vatio, algo que solo logran los mejores LED. Además si la luz LED debe ser filtrada, o hacer que ilumine de forma indirecta para evitar el daño ocular de los usuarios, entre el 30 y el 50% de la emitida se pierde.

A esto cabe añadir algo que no se difunde: los LED usan semiconductores con metales raros. Y eso implica que su fabricación tiene un impacto nocivo sobre el medio causado por la minería, la metalurgia, la fabricación y el procesamiento de residuos de los componentes. Porque contienen ¡arsénico, indio, galio, germanio, selenio, fósforo, plomo, cobre, níquel, plata y otros metales! Dos de ellos, el galio y el indio, metales muy raros que escasean en el planeta y sin embargo son claves para la fabricación de LED, células fotovoltaicas, fibra óptica, pantallas de cristal líquido y pantallas táctiles.

Por eso un trabajo de la Universidad de California en Irvine (EEUU) alertó en 2010 del impacto ambiental de los componentes metálicos de la tecnología LED explicando que hay al menos una docena de sustancias peligrosas de alta toxicidad. Y de hecho solo su contenido en arsénico y en metales pesados neurotóxicos -como el cobre, el plomo y el níquel- superan lo legalmente admitido por la normativa federal estadounidense. Así lo constataría un trabajo publicado en Environmental Science and Technology según el cual solo en las luces de los faros de los automóviles hay ocho veces más plomo de lo permitido en California. Y el arseniuro de galio que llevan es muy tóxico y causa graves problemas en los riñones, pulmones y órganos reproductivos; lo demostró A. Tanaka en un trabajo con animales publicado en Toxicology and Applied Pharmacology.

Agregaremos que un equipo de investigadores de cuatro departamentos de la Universidad de Valencia (España) elaboró un informe que advierte de la contaminación lumínica que provoca el alumbrado público con LED blancas: incrementa la polución y tiene efectos nocivos sobre la biodiversidad, la salud humana y la observación astronómica.

Luego es hora de que lo mismo que se habla de las presuntas ventajas de los LED se hable también de sus desventajas; y entre éstas se encuentra una importante: su desecho puede tener un grave impacto medioambiental. Y es que al igual que ocurre con las pilas -hipertóxicas- o las bombillas de bajo consumo -que contienen mercurio- habrá que buscar métodos para que no terminen en la basura y contaminen mares, ríos, lagos y terrenos. Lo que exigirá un notable gasto económico para la sociedad.

En suma, los LED no son “ecológicos” sino que requieren ser tratados como residuos peligrosos. Algo que nos ocultan quienes solo hablan de sus ventajas y pretenden hacernos creer que son más ecológicos solo porque no contienen mercurio. Como hemos visto se fabrican con otros muchos productos tóxicos peligrosos.

PROTECCIÓN DE LA RADIACIÓN LED

Los miembros de la Universidad Complutense que han hecho el estudio antes citado dicen por ello que “la iluminación LED es fantástica siempre que haya protección. Y de hecho merced a su trabajo se ha diseñado una lámina de plástico -patentada y bautizada como Reticare por la empresa Tecnología Sostenible y Responsable (TSR)- que se pega simplemente a las pantallas de los smartphones, las tabletas y las videoconsolas y protege la retina de los efectos nocivos de los LED. Primer protector ocular del mundo de estas características -dispone de cuatro niveles de protección (baja, media, alta e intensa) en función de la edad del usuario y las horas de exposición- se comercializará en breve por unos 13 euros en el caso de los smartphones y 19 en el de las tabletas y videoconsolas.

En fin, no cabe recomendar pues el uso de los LED. Como método de iluminación general es desaconsejable; por una parte puede dañar la retina si se fija a menudo la vista en su luz y, por otra, no se ahorra lo que se dice pues al tener que poner su luz indirecta se precisan muchas más bombillas. Y encima sus componentes son muy tóxicos para el medio ambiente.

Aunque lo más preocupante hoy es el posible impacto negativo en los usuarios de tantos dispositivos provistos de LED como hay en el mercado cuyas luces están incidiendo durante horas en los ojos Y nos referimos a ordenadores, videoconsolas, tabletas, smartphones, etc.; muy especialmente entre los niños cada vez más habituados a usarlos a diario durante largas horas. Hay que investigar el asunto en serio y a fondo porque podríamos estar sin saberlo dañándonos la vista, sobre todo en el caso de nuestros hijos. Lo que exige aplicar cuanto antes el Principio de Precaución y evitar totalmente el uso de los LED al menos en los dormitorios infantiles, las guarderías, las escuelas y las maternidades así como prohibirlos en los juguetes; especialmente los diodos azules de alto brillo como ya recomienda de hecho la Agencia Nacional de Seguridad Sanitaria de los Alimentos, el Medio Ambiente y el Trabajo (ANSES) francesa. Es más, ésta pidió a los fabricantes que procedieran a etiquetar los diodos según su grado de riesgo y pusieran cuanto antes en el mercado LED de baja intensidad y menor riesgo para la salud. En España, por supuesto, nuestras autoridades siguen practicando la técnica que mejor ejecutan: la del avestruz.

En suma, la tecnología LED debe aún demostrar que sea inocua. Y habrá que esperar al desarrollo de LED que emitan en el espectro completo porque aunque ya se comercializan algunas que se anuncian como fullspectrum no hemos conseguido encontrar un solo documento que demuestre que lo son. Aunque sobre todo es de esperar que dejen de utilizar en su fabricación metales tóxicos.

Así pues, ante la falta de investigación  sobre sus efectos nocivos a largo plazo el consejo preventivo es no usar LED  de alto brillo como iluminación dominante en interiores. Como iluminación  principal debe usarse preferentemente luz natural o bien luz artificial pero de espectro completo. Puede pues aceptarse el uso de LED de baja  potencia como iluminación complementaria, de seguridad o decorativa aunque si es de alto brillo la luz debe ser indirecta –que se refleje en la pared o en el techo- o filtrada con un filtro protector (como el de Reticare). Y hay que evitar fijar la vista en los focos LED -especialmente en espacios donde no entre la luz natural o sea de noche- así como que impacte directamente en los ojos; sobre todo en el caso de niños.

Terminamos indicando que la única iluminación sana y ecológica es la llamada “iluminación biológica”; es decir, aquella que al igual que el sol emite en todas las frecuencias del arco iris y en sus etiquetas se define como fullspectrum o de espectro total. Algo que en el caso de los LED no se ha demostrado haber conseguido.

 

Carlos Martínez Requejo

 

Fuente: Discovery Salud